El Tiempo de los Diarios


Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba

la llave de la puerta.


Julio Cortazar



Reaprendiendo el Credo


“Expresar” el sentimiento amoroso es una “creación” (especialmente de escritura) (Barthes, 2004) así que intentando hacer una escritura de mi imaginario,  condensé en cápsulas la repetición de dos palabras: te quiero, registrando al reverso la fecha diaria de la inscripción, dando comienzo al registro el 10 de Julio de 2006 hasta el 22 de abril del 2011. Sé que la escritura de éstas dos palabras es no decir nada, pero por otro lado, es decir demasiado. Me resulta imposible el ajuste.

En algún sentido, tengo la idea de que el amor, como todo, es necesario que sea escrito, pues no está en la naturaleza. Después de haber sufrido por lo menos dos naufragios, tengo la firme convicción de que entre el amor y la escritura, hay una relación consustancial: mi inscripción en el mundo simbólico.

Cada cápsula registrada diariamente permite, en algún sentido, que la historia no cese de escribirse al quedarse suspendido en esas dos palabras: el no ser, esa imposibilidad de completud y de “para toda la vida”. La idea es: sólo por hoy… (te quiero)

Contrariamente a lo que pueda pensarse, la escritura que conforma éste registro, no es una escritura para el otro; la escritura diaria de las palabras te quiero, no sublima nada, ni a nadie. Escribir te quiero, es como escribir ahí donde no estás.

Decía Pizarnik en uno de sus poemas: las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia. Sin embargo, no cabe duda que mediante la escritura diaria de éstas dos palabras, más las acciones en las cuales discurre mi relación con el otro, de alguna manera he llegado a comprender cómo, en el cristianismo el verbo se hace carne.  más...










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