De un par de años acá me he hecho el hábito de cargar en el bolso una libreta parecida a la de los diarios, sólo que a diferencia de éstos, en éstas libretas, a las que he llamado “las viajeras”, los dibujos son mucho más inmediatos al realizarlos de los lugares por donde suelo transitar, viajes, visitas a museos, iglesias (que dicho sea de paso hay quienes piensan que son como museos) etc. Estos dibujos, regularmente hechos con estilógrafo por la practicidad de la herramienta, sin duda evidencian a través de mis duros trazos y las tachaduras que hay en ellos, mi incapacidad para dibujar como yo quisiera hacerlo.
De alguna manera mi intención es ya sin duda registrar un tiempo, un tiempo que seguramente después me hará falta (porque no sé por qué, pero casi siempre, por una extraña razón vemos el pasado, el tiempo ido, con añoranza y melancolía, con sensación de pérdida) por lo tanto, la importancia de dibujar en “la viajera” ya no radica en intentar dibujar como son las cosas, sino en el registrar, de algún modo, cómo serán al dejar de ser.
Puedo decir entonces, que cada dibujo albergado en éstas libretas se convierten también, al igual que los diarios visuales, en testimonios de mi transitar por un tiempo y un espacio, convirtiéndome por lo tanto, a la par que mi libreta, en una especie de viajera en donde después de cada camino recorrido e ir de regreso, es prácticamente imposible que retornemos igual.
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y entonces...